ALICIA CAMILLONI
DIDÁCTICA DEL APRENDIZAJE
Fundadora de la Educación a Distancia y Precursora en la Aplicación de las Tecnologías en la Educación.
Biografía
Nació el 30/01/1936. Profesora de Filosofía y Pedagogía, egresada del Instituto Joaquín V. González (1959). Especialista en didáctica. Profesora Consulta Titular e Investigadora de la UBA. Dicta cursos de posgrado en distintas universidades. Fue Profesora en institutos de formación docente terciarios. Asesora de un gran número de organismos educativos nacionales e internacionales. Secretaria de Asuntos Académicos de la UBA (1986-2002) y Vicerrectora de la Universidad de Palermo (2002-06). Dictó cursos y conferencias en más de diez países. Realizó investigación, consultoría y capacitación para organismos públicos y privados. Publicó numerosos trabajos en revistas especializadas y es coautora de varios libros. Recibió las becas de la IEA (1971) y de la Fundación Fulbright (1974) y el Diploma al Mérito de la Orden de las Palmas Académicas (Francia, 2001), entre otras distinciones.
En este cuadro sinóptico, se resume todo el texto de referencia |
Justificación de la Didáctica - Alicia R.W. de Camilloni
JUSTIFICACIÓN DE LA DIDÁCTICA[i]
Alicia R. W. de Camilloni
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ LA DIDÁCTICA?
Presentamos
a continuación nuestros argumentos en favor de la didáctica. Con ellos nos
proponemos demostrar que es una disciplina necesaria siempre que se construya
de acuerdo con ciertas condiciones que le dan legitimidad.
a)
La educación ha asumido variadas formas según los fines que la animan de
acuerdo con las concepciones de sociedad, de cultura y de hombre que lee sirven
de sustento. Es así como, cuando estudiamos diferentes sistemas educativos
organizados en el transcurso de la historia, encontramos que muchos se
sustentan sobre diferentes formas de persuasión y que algunos adoptan, incluso,
modalidades de adoctrinamiento. Observamos que, con frecuencia, el logro de los
fines ha primado por sobre la consideración de la ética de los medios
pedagógicos y que, cuando esto ocurre, es porque una ideología de la eficacia
ha tendido a privilegiar los resultados a costa de la consideración de la
correspondencia entre la modalidad de la formación que se brinda y la libertad
del sujeto. Si, por nuestra parte, creyéramos que todas las formas de
influencia sobre las personas, independientemente de las posibilidades que
ellas otorguen al despliegue de disposiciones personales y del respeto a su
libertad, pueden ser consideradas modalidades legítimas de educación,
entonces podríamos afirmar que la didáctica no es necesaria.
b)
Como sabemos, se puede enseñar de diferentes maneras y, de hecho, esto ocurre.
A partir de la lectura de obras pedagógicas, de relatos o de observaciones
directas, estamos en condiciones de afirmar que se enseña y se enseñó empleando
diversos métodos en el transcurso de la historia, en distintos pueblos y en
cada época. Y que aún hoy se enseña recurriendo a una gran cantidad de
estrategias de enseñanza diferentes. Si creyéramos que todas las formas y
modalidades de enseñanza que existen tienen el mismo valor, esto es, que son
igualmente eficaces para el logro de los propósitos de la educación, entonces
la didáctica no sería necesaria.
c)
Los contenidos de la enseñanza provienen, en general, de campos disciplinarios
organizados que están demarcados de acuerdo con los objetos de conocimiento de
que se ocupan, las metodologías de investigación y validación de los
conocimientos que emplean, los temas que tratan y los conceptos que construyen,
así como, también, las estructuras de conocimientos que desarrollan. Si
creyéramos que la enseñanza debe transmitir los conocimientos disciplinarios
con la misma lógica con la que se descubrieron y con la que se organizaron y
justificaron en cada campo disciplinario, entonces la didáctica no sería
necesaria.
d)
Las decisiones acerca de para qué hay que aprender y, en consecuencia, qué es
lo que las personas deben aprender en cada uno de los ciclos de su vida, desde
la niñez hasta la edad adulta, han variado según los marcos sociales,
culturales, económicos, políticos y, también, filosóficos, de cada pueblo,
cultura, época, clase social y género. Las tradiciones parecen haber logrado
consagrar en la actualidad, sin embargo, la necesidad de que ciertos contenidos
sean aprendidos en instituciones escolares en edades determinadas, por lo que
se podría pensar que los componentes fundamentales de los programas de
formación en uso pueden sostenerse a lo largo del tiempo habiendo ya sufrido
los inevitables procesos de decantación a los que la historia de la educación
los ha sometido. Si pensáramos que las cuestiones curriculares básicas ya han
sido resueltas y, que no es imprescindible someter a crítica constante los
principios teóricos y prácticos que las sustentan, entonces la didáctica
no sería necesaria.
e)
La historia y la sociología de la educación nos muestran que, a pesar de que la
educación escolar se ha democratizado en todos los niveles que constituyen los
sistemas educativos, difundiéndose a sectores que antes estaban excluidos de la
educación formal, los aprendizajes, en realidad, no son iguales para todos.
Sólo algunos alumnos logran desarrollar habilidades cognitivas de orden
superior y altos niveles de conocimiento. Otros fracasan o quedan rezagados,
sin poder completar los estudios o sin acceder a los niveles superiores del
sistema. Si creyéramos que esta situación es deseable o que no puede o debe ser
transformada para lograr la inclusión de todos en altos niveles de desempeño y
de información, entonces la didáctica no sería necesaria.
f)
Algunos autores sostienen que el límite de los aprendizajes que una persona
puede realizar está definido por las aptitudes con las que ha sido dotada, que
ellas están determinadas ya en el momento cie su nacimiento, y que esto es así
porque las aptitudes marcan el término máximo de su posible realización
efectiva. La enseñanza, de acuerdo con estos autores, está sujeta y coartada,
en consecuencia, porque depende de factores que le son externos y que no puede
modificar, al menos en un sentido positivo que le permita trascender el límite
natural de los atributos personales de los alumnos. Si creyéramos que el
destino del alumno está fatalmente determinado y que la acción del profesor se
limita a identificar cuáles son los alumnos que están en condiciones de
aprender y cuáles no podrán superar su incapacidad natural, la didáctica no
sería necesaria.
g)
La evaluación de los aprendizajes de los alumnos está sometida a
reglamentaciones de nivel nacional, regional o jurisdiccional e institucional
que establecen con claridad formas, períodos, tipos de instrumentos, escalas de
calificación y regímenes de promoción. En algunos casos, las autoridades
centrales de los sistemas o subsistemas determinan los criterios de evaluación
y establecen estándares para orientar la enseñanza y las decisiones de la evaluación
que realizan los docentes. Si creyéramos que con la supervisión de la
aplicación de las reglamentaciones vigentes se logra resolver los problemas que
plantea la evaluación que puede hacer el profesor de lo que el alumno ha
aprendido, entonces podríamos afirmar que la didáctica no es necesaria.
h)
Si pensáramos que enseñar es fácil, que el profesor nace o no nace con talento
para enseñar y que si lo tiene su intuición le será suficiente para resoIver
los problemas que se le presenten en su trabajo; si pensáramos que todo está
bien en la educación o que es poco lo que se puede hacer para mejorarla,
entonces construir conocimientos didácticos sería una tarea superflua y sin
sentido.
La
didáctica renace hoy cada día sobre la base de la crítica a los ocho supuestos
que hemos enumerado. Porque pensamos que siempre se puede enseñar mejor, que es
necesario revisar permanentemente los currículos; porque es necesario
seleccionar y usar bien las estrategias de enseñanza y crear nuevas maneras de
enseñar y de evaluar; porque tenemos el compromiso de lograr que todos los
alumnos aprendan y construyan toda clase de saberes que les son indispensables
en su vida personal, en sus relaciones sociales, como ciudadanos y como
trabajadores; porque para fundamentar seriamente las decisiones y las prácticas
pedagógicas es necesario integrar los aportes de diferentes disciplinas así
como realizar investigaciones en el campo específico de la enseñanza; y porque
la reflexión debe acompañar sistemáticamente todas las tareas relacionadas con
la acción de enseñar, es que afirmamos que es necesario contar con una teoría
didáctica madura, seria, rigurosa y dinámica.
Asumiendo
esta perspectiva, la didáctica es una disciplina teórica que se ocupa de
estudiar la acción pedagógica, es decir, las prácticas de la enseñanza, y que
tiene como misión describirlas, explicarlas y fundamentar y enunciar normas
para la mejor resolución de los problemas que estas prácticas plantean a los
profesores. Como tal, no puede permanecer indiferente ante la opción entre
diversas concepciones de educación, de enseñanza, de aprendizaje y ante el
examen crítico de los alcances sociales de los proyectos de acción educativa.
La didáctica es una teoría necesariamente comprometida con prácticas sociales
orientadas a diseñar, implementar y evaluar programas de formación, a diseñar
situaciones didácticas y a orientar y apoyar a los alumnos en sus acciones de
aprendizaje, a identificar y a estudiar problemas relacionados con el
aprendizaje con vistas a mejorar los resultados para todos los alumnos y en
todos los tipos de instituciones. La didáctica, en consecuencia, es una
disciplina que se construye sobre la base de la toma de posición ante los
problemas esenciales de la educación como práctica social, y que procura resolverlos
mediante el diseño y evaluación de proyectos de enseñanza, en los distintos
niveles de adopción, implementación y evaluación de decisiones de diseño y
desarrollo curricular, de programación didáctica, de estrategias de enseñanza,
de configuración de ambientes de aprendizaje y de situaciones didácticas, de la
elaboración de materiales de enseñanza, del uso de medios y recursos, de
evaluación tanto de los aprendizajes cuanto de la calidad de la enseñanza y de
la evaluación institucional.
Cuando
nos preguntamos, por ejemplo, ¿cuáles son los fines de la educación?, ¿cómo
lograr estos fines?, ¿cómo traducir los fines de la educación en objetivos a
corto, mediano y largo plazo?, ¿cómo enseñar a todos para que aprendan lo más
importante y con los mejores resultados?, ¿qué enseñar?, ¿cuándo enseñar?,
¿cómo construir secuencias de aprendizaje?, ¿cuál es el mejor diseño de los
materiales que usan los profesores y los alumnos en clase y cuáles son los más
adecuados para estudiar y aprender?, las respuestas son, en una importante
medida, responsabilidad de la didáctica.
DIDÁCTICA GENERAL Y DIDÁCTICAS
ESPECÍFICAS
Alicia R. W. de Camilloni
En
tanto que la didáctica general se ocupa de dar respuestas a las cuestiones
presentadas en el capítulo 1, sin diferenciar con carácter exclusivo campos de
conocimiento, niveles de la educación, edades o tipos de establecimientos, las
didácticas específicas desarrollan campos sistemáticos del conocimiento
didáctico que se caracterizan por partir de una delimitación de regiones
particulares del mundo de la enseñanza. Los criterios de diferenciación de
estas regiones son variados, dada la multiplicidad de parámetros que se pueden
aplicar para diferenciar entre clases de situaciones de enseñanza.
Enumeraremos
algunos de estos criterios en una presentación que no se propone ser exhaustiva
porque, como veremos, hay una significativa multiplicidad de categorías y
niveles o grados de análisis en su definición. Esta diversidad responde no sólo
a la heterogeneidad de las clasificaciones en uso sino, particularmente, al
gran dinamismo de la sociedad y del conocimiento, lo cual genera en estas
consideraciones cambios frecuentes debidos al surgimiento Progresivo de nuevas
modalidades de educación, nuevos sujetos, nuevos propósitos y nuevas formas de
conceptuar estas transformaciones. Entre los criterios más usuales encontrarnos
los siguientes:
1. Didácticas
específicas según los distintos niveles del sistema educativo: didáctica de
la educación inicial, primaria, secundaria, superior y universitaria. A estas
grandes divisiones se les agregan frecuentemente subdivisiones que especializan
la didáctica según los ciclos de cada uno de los niveles y aun divisiones más
pequeñas como, por ejemplo, didáctica del primer grado de la escolaridad primaria
o del primer año de la escuela secundaria o de la universidad.
2. Didácticas
específicas según las edades de los alumnos: didáctica de niños, de
adolescentes, de jóvenes adultos, de adultos y de adultos mayores. También aquí
encontramos especialidades donde las divisiones son también más finas y
diferencian ciclos evolutivos con mayor precisión, como didáctica de la primera
infancia, por ejemplo.
3. Didácticas
específicas de las disciplinas: didáctica de la Matemática, de la Lengua,
de las Ciencias Sociales, de las Ciencias Naturales, de la Educación Física,
del Arte, etcétera. Estas divisiones, a su vez, dan lugar a subdivisiones que
alcanzan niveles crecientes de especificidad, tales como didáctica de la
enseñanza de la lectoescritura, didáctica de la educación en valores, didáctica
de la educación técnica, didáctica de la música, didáctica de la natación o
didáctica del inglés como segunda lengua. A estas delimitaciones se les van
agregando otras más específicas aún, como, por ejemplo, didáctica del inglés
como segunda lengua con propósitos específicos que pueden ser algunos de los
siguientes: viaje, negocios, lectura literaria, conversación social, etcétera.
4. Didácticas
específicas según el tipo de institución: didáctica específica de la
Educación Formal o de la Educación No Formal, con subdivisiones según se trate,
por ejemplo, en el primer caso, de escuelas rurales o urbanas y, en el último
caso, de instituciones de capacitación para el trabajo o de instituciones
recreativas, entre otras.
5. Didácticas
específicas según las características de los sujetos: inmigrantes, personas
que vivieron situaciones traumáticas, minorías culturales o personas con
necesidades especiales, las que a su vez se diferencian según el tipo y grado
de necesidad como, por ejemplo, sordos, hipoacúsicos, superdotados, etcétera.
Como
se ve, sería imposible detallar todas las didácticas específicas que se han ido
configurando durante el transcurso de los muchos siglos en los que se ha
producido una reflexión sistemática acerca de la enseñanza. Ya en una de las
primeras obras de gran alcance en la materia, la Didáctica Magna de
Juan Amos Comenio (1657), encontramos varios capítulos que se recortan
presentando un trabajo específico en varias áreas de las didácticas de las
disciplinas: didáctica de las ciencias, didáctica de las artes, didáctica de
las costumbres, didáctica de las lenguas y didáctica de la piedad. Comenio
mismo desplegó una tarea de especial dedicación respecto de la enseñanza de las
lenguas, lo que dio lugar a la publicación de una de sus más famosas
obras, Janua Linguarum Reserata, en 1658. Desde entonces, algunos
pedagogos, en sus obras de pedagogía o didáctica general, señalaron
expresamente la importancia que se debía dar a los contenidos de la enseñanza.
Pero
el mayor desarrollo de las didácticas específicas de las disciplinas fue obra,
particularmente, de los especialistas en los diferentes campos del
conocimiento, y no provino de la didáctica general.
Por
esta razón, la didáctica general y las didácticas específicas, en especial
tratándose de didácticas de las disciplinas, no siempre están alineadas, aunque
tampoco es muy frecuente que se contradigan abiertamente. Sus relaciones son,
en verdad, complicadas. No sería ajustado a la verdad esquematizarlas al modo
de un árbol en el que la didáctica general constituyera el tronco del que, como
ramas, derivaran las didácticas de las disciplinas. Sus vinculaciones son mucho
más intrincadas.
Si
seguimos las orientaciones que ha tenido la construcción del conocimiento de la
didáctica general y los procesos de desarrollo del conocimiento en las
didácticas de las disciplinas, observamos que esos procesos son asincrónicos.
Presentan, según las épocas, distintos grados de madurez, responden a
diferentes enfoques teóricos, tienen diversas tradiciones de investigación,
referentes y problemas. Por esta razón, si la didáctica general no es,
ciertamente, la síntesis de las conclusiones a las que llegan las didácticas de
las disciplinas, éstas no son, tampoco, una adaptación a su terreno propio de
los principios de la didáctica general.
El
didacta alemán Wolfbang Klafki ofrece una síntesis interesante de las que, a su
juicio, son las relaciones entre didáctica general y didácticas especiales. Al
respecto, formula cinco tesis (citado en Kansanen y Meri, 1999):
Primera
Tesis: La relación entre Didáctica general y Didácticas de las disciplinas no
es jerárquica por naturaleza. Su relación es, más bien, recíproca. Esto
significa que no es posible deducir las Didácticas de las disciplinas a partir
de la Didáctica general. Aunque tratan de los mismos problemas, naturalmente
una materia específica aporta sus características típicas a la discusión, pero
su diferencia reside predominantemente en la posibilidad de generalizar sus
conclusiones. Reducir la Didáctica General a las Didácticas de las disciplinas
no es posible y la Didáctica General no tiene consecuencias inmediatas para las
didácticas de las disciplinas.
Segunda
tesis: La relación entre Didáctica General y Didáctica de las disciplinas está
basada en la igualdad y la cooperación constructiva. Sus maneras de pensar
pueden ser divergentes.
Tercera
tesis: La Didáctica General y las Didácticas de las disciplinas son necesarias
unas a las otras.
Cuarta
tesis: El rol que desempeña la Didáctica de las disciplinas en su relación
entre la disciplina y la educación es no sólo mediacional entre una y otra,
sino que debe ser vista como más independiente por sus propias contribuciones
al área común de la educación y de la disciplina.
Quinta
tesis: Si bien la Didáctica General tiene como fin desarrollar un modelo tan
comprehensivo como sea posible, esto no significa que estos modelos puedan
incluir el proceso instruccional completo, en su totalidad. Los modelos de las
Didácticas de las disciplinas pueden estar elaborados con más detalle en razón
de su especificidad propia.
LAS PERSPECTIVAS EN LA DIDÁCTICA: LA
DIDÁCTICA NO ES UN ÁRBOL
Como
observamos, los vínculos entre la didáctica general y las didácticas
específicas de las disciplinas son muy intrincados, con resistencias múltiples,
incomprensiones y debates, situaciones que son características de los
enfrentamientos entre comunidades académicas. No ocurre lo mismo con las
didácticas de los niveles o de las edades de los sujetos, que se aproximan más en
sus producciones teóricas a la didáctica general dado que por su carácter más
comprehensivo (un ciclo de la vida, un nivel del sistema) trabajan con
principios didácticos de mayor alcance.
Pero
aunque, en particular, las didácticas de las disciplinas hayan seguido con
frecuencia caminos propios, algo hay de cierto en la afirmación de que la
didáctica es una síntesis y que en las didácticas específicas hay adaptaciones
de los principios generales a contextos delimitados de acuerdo con algunos de
los criterios que arriba mencionarnos. No ocurre esto, en todos los casos, ni
siempre. En algunas ocasiones, incluso se encuentran contradicciones entre
ellas, contrariamente a lo que el sentido común nos podría llevar a imaginar.
Pero en ambas orientaciones de la didáctica general y específicas, se han
elaborado teorías importantes sobre la base del estudio, la investigación, la
práctica y la reflexión crítica.
Debemos
señalar que, debido a que las didácticas específicas se trabajan desde la
situación especial de la enseñanza de una clase de contenidos, o en un nivel
educativo, o en una franja etaria de alumnos, esto es, en un tipo de situación
didáctica determinada, están más cerca de la práctica que la didáctica general.
Pero esta última está más próxima al estudio de las teorías del aprendizaje, de
las teorías del pensamiento y los procesos de cognición, de las teorías sobre
los atributos personales y de las teorías filosóficas de la educación, esto es,
las teorías de mayor nivel de generalidad.
Porque
ése es su campo disciplinar por cuanto constituye una teoría de la acción
pedagógica sin más especificación, los principios de la didáctica general son
propuestos con un alcance muy amplio y con la intención manifiesta de abarcar
la más amplia gama de situaciones diversas de enseñanza. Su enfoque es, por
tanto, el de los aspectos comunes de las situaciones, más allá de las
diferencias que también las caracterizan. Por ello, en cada una de esas
situaciones, además de los principios de la didáctica general, se ponen en juego
los entrecruzamientos de los saberes que surgen de todas las didácticas
específicas que definen esa situación particular: nivel educativo, edad de los
sujetos, clases de sujetos, tipo de institución y contenidos disciplinarios.
De
esta manera, los saberes y propuestas de la didáctica general y las didácticas
específicas construyen un entramado complicado en cada situación. Se enseña,
por ejemplo, «historia universal a niños de escuela primaria la rural del
primer ciclo», o se enseña «física a alumnos adolescentes de escuela secundaria
técnica que se orientan a la electrónica» o se enseña «anatomía a un grupo
numeroso de estudiantes universitarios de kinesioIogía» o se enseña «francés a
adultos en un instituto de educación no formal». Las didácticas general y
específicas deben coordinarse, en consecuencia, en un esfuerzo teórico y
práctico siempre difícil de lograr, porque se trata de una coordinación que
encuentra, a la vez, buenos motivos y grandes obstáculos. Los buenos motivos atienden
a preservar la unidad del proyecto pedagógico y del sujeto que aprende
diferentes disciplinas en un mismo grado o año de un nivel de la educación y
que se forma en un mismo marco curricular e institucional. Los obstáculos
surgen de la heterogeneidad teórica de las didácticas, que son construidas por
diferentes grupos académicos, con distinta formación y, en consecuencia, desde
diversas perspectivas. En este sentido, la construcción de la integración de
los saberes didácticos constituye un verdadero programa teórico y de acción,
que implica muchos y serios desafíos.
Veamos,
entonces, a través de algunos ejemplos, cuál es la secuencia de estas
relaciones. Algunos problemas son planteados desde las teorías generales del
aprendizaje y de la enseñanza, como, por caso, la necesidad de explicar cómo se
producen y promueven los procesos de evocación y empleo de conocimientos
aprendidos en ciertas situaciones de aprendizaje cuando, se presenta la
necesidad de resolver nuevas situaciones, el clásico problema de la «transferencia
de los aprendizajes». Tema fundamental para las decisiones de diseño
curricular, esta fue planteada por pedagogos que podríamos denominar
«generales» e investigada, también, por los especialistas en la enseñanza de
algunas disciplinas. Recibió respuestas no coincidentes de unos y otros en el
interior de los dos campos. Así ocurrió, por ejemplo, en el primer cuarto del
siglo XX con Edward Thorndike en el campo de la psicología del aprendizaje de
enfoque conductista con su teoría de la transferencia de los elementos o
componentes idénticos o, entre otras, con la más reciente teoría de la
cognición situada (Brown, Collins y Duguid, 1989), que se conformó en el marco
de un enfoque cognitivo a partir de experiencias realizadas en la enseñanza de
diversas disciplinas científicas y a la que nos referiremos más adelante. Sin
embargo, los estudios de meta-análisis que buscan la consistencia entre las
conclusiones a las que arriban numerosos trabajos de investigaciones sobre
lemas semejantes, estudios que constituyen uno de los aportes más fértiles que
recibe actualmente la didáctica general, contribuyen a mostrar que hay una
concurrencia significativa en las conclusiones a las que llegan los
investigadores en los trabajos que emprenden en el marco de las diversas
didácticas específicas de las disciplinas, de las edades y de los niveles del
sistema educativo. De esta manera es posible legitimar teorías de la didáctica
general mediante la sistematización de investigaciones que se hacen en
didácticas específicas. Lo mismo ocurre con cuestiones que se refieren al
diseño curricular y la programación didáctica, a la evaluación formativa de los
aprendizajes, a la evaluación de la calidad de la enseñanza realizada por los
alumnos, a los resultados del empleo de algunas estrategias de enseñanza como
la resolución de problemas, el método de casos y el método de proyectos, entre
otros. Todos ellos con antecedentes de estudio en la didáctica general y con
investigaciones localizadas en disciplinas, edades y niveles determinados de la
educación. El trabajo con los procesos de metacognición de los
alumnos es otro ejemplo en el que el planteo del problema, la dirección de lo
general a lo específico y el retorno de lo específico a lo general configuran
un esquema de trabajo, por lo común no programado inicialmente por sus
protagonistas, pero siempre altamente fructífero.
Los
desarrollos de la psicología cognitiva brindan un fundamento muy importante a
la didáctica. En la medida en que nos permiten comprender mejor los procesos de
aprendizaje, del pensamiento y la comprensión, las relaciones entre memoria y
comprensión y la organización del conocimiento, nos ofrecen una información
indispensable para la orientación y la guía de los procesos de aprendizaje de
nuestros estudiantes. El aprendizaje ya no es una «caja negra». Tampoco lo es
la mente.
Algunas
teorías provenientes de este campo presentan gran interés para la didáctica
general. Entre los trabajos ya clásicos sobre estos temas, la teoría de
la cognición situadaposee, seguramente, un alcance mayor por la variedad de
consecuencias que tiene sobre la adopción de decisiones curriculares y de
programación de la enseñanza y la evaluación. Así como Philip Johnson-Laird
argumenta que la resolución de problemas es específica, no depende del
razonamiento lógico y se supedita al contenido del texto al que se refiere,
esta teoría acentúa, también, el papel de la situación específica en que se
realiza el aprendizaje. Brown, Collins y Duguid (1989) sostienen, críticamente,
que muchas prácticas de la enseñanza suponen de manera implícita que el
conocimiento conceptual puede ser abstraído de las situaciones en las que fue
aprendido y empleado. Por eso, afirman, existe una brecha en el aprendizaje de
los alumnos entre conocer qué (conocimiento conceptual) y
conocercómo (conocimiento procedimental), o entre saber decir y
poder emplear el conocimiento. Esa brecha bien puede ser el producto de las
prácticas de enseñanza, porque los alumnos ven los contenidos fuera de las
actividades y del contexto en que se habrán de utilizar. Los autores de este
trabajo afirman que, por el contrario, la situación de aprendizaje coproduce el
conocimiento y que los conceptos se desarrollan en el curso de la actividad.
Los conceptos no son abstractos, no están autocontenidos. Son, en cierto modo,
semejantes a herramientas cuyo significado no puede ser comprendido sino a
través del uso, lo cual supone adoptar el sistema de creencias de la cultura en
la que son empleadas. Cuando esto no ocurre, los conceptos se convierten en
conocimientos inertes. El aprendizaje «robusto» (no inerte) se logra en la
interrelación actividad-cultura-concepto. Ninguno de éstos puede ser
comprendido sin los otros dos. Las disciplinas académicas, las profesiones y
los oficios son culturas. Los estudiantes no pueden aprender los conceptos sin
aprender las culturas. El aprendizaje es un proceso de enculturación. Pero la
forma en que se enseñan los conceptos en la escuela, por lo general, es muy
diferente de la forma en que los que practican esas culturas utilizan esos
mismos conceptos. Los estudiantes pueden aprobar los exámenes pero no ser
capaces de usar sus conocimientos en situaciones de práctica auténtica. Brown,
Collins y Duguid proponen que el aprendizaje se organice sobre la base de la
resolución colectiva de problemas y mediante el despliegue de múltiples roles
cognitivos que promuevan la confrontación con estrategias no efectivas y con
errores de concepción, y que conduzcan, de este modo, a la preparación para la
realización efectiva de trabajo colaborativo. Los conceptos de práctica
«auténtica», de situación «auténtica», de evaluación «auténtica», se asocian a
las prácticas corrientes de la cultura. «Auténtico» quiere decir en este
contexto «real, coherente, significativo, intencional». Relacionada con la
teoría de la antropóloga Jean Lave y el especialista en ciencias de la
computación Etienne Wenger, la concepción de que lo que se aprende lleva la
marca de la situación y el contexto en que fue aprendido, replantea un viejo
problema de la didáctica (Lave, 1991, Lave y Wenger, 1991). ¿Qué y cómo enseñar
para que los alumnos transfieran lo aprendido a otras situaciones y, en
particular, a la vida real? Encontramos en la historia de la teoría del
currículo y en las justificaciones de algunas teorías didácticas un conjunto de
«teorías de la transferencia de los aprendizajes»: la teoría de la disciplina
mental o formal (base del currículo clásico), la teoría de los elementos o
componentes idénticos (base del currículo por competencias, por objetivos o
vocacional), la teoría de la generalización (que procura solucionar el problema
de la relación teoría-práctica), la teoría de la transferencia de modelos (con
base en la teoría de la Gestalt) y lateoría de la cognición situada.
Esta última es muy interesante porque señala la gran importancia que reviste
que la situación de aprendizaje sea bien elegida, pues la actividad debe ser
real y corresponder a una práctica social; de otro modo, el conocimiento será,
como hemos visto, inerte. Una observación semejante hace Jean-Louis Martinand
(1993), quien critica la enseñanza escolar por ser autorreferencial. Es
fundamental, según este autor, definir las «prácticas de referencia» para
determinar las trayectorias que debe asumir el proceso de formación de los
estudiantes. A la teoría de la cognición situada se añade la teoría de la
cognición distribuida, originada en trabajos de Ed Hutchins en la década de los
años ochenta con desarrollos de Gavriel Salomon, quien sostiene que «la
cognición no está en la cabeza; está distribuida sobre otras personas y
herramientas» (Salomon, 2001). Esta teoría apunta a tratar de comprender la
organización del conocimiento. La idea es que el proceso cognitivo está mediado
por otras personas, el lenguaje, las herramientas, la organización social. Los
procesos de formación, a través de su diseño y de su implementación, deben
atender a la conformación de situaciones de aprendizaje en las que estas redes
de conocimiento se configuren y crezcan.
Otras
de las aportaciones que provienen del conocimiento desarrollado desde una
visión general, son la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner
(1983) y la teoría de los estilos intelectuales de Robert Sternberg (1999). La
mirada general que busca principios y rasgos comunes en los procesos de enseñar
y en su relación con los procesos de aprender se revela, pues, muy fértil. Algo
hay de cierto, en consecuencia, en la afirmación de que la didáctica es una
síntesis y que en las didácticas específicas se producen adaptaciones de los
principios generales. Sin embargo, en ocasiones se producen notorias
contradicciones teóricas, debido a los desarrollos asincrónicos de unas y
otras. Las teorías que se suceden en el estudio de campos como los relacionados
con los procesos psicológicos, el pensamiento, la acción, el aprendizaje y la
enseñanza, en los que el desarrollo del conocimiento es muy dinámico, genera
con facilidad la coexistencia de referentes teóricos diversos para la didáctica
general y cada una de las didácticas específicas. Estas disciplinas comparten
una característica muy significativa de las ciencias sociales, la existencia
simultánea de una multiplicidad de teorías. Así es como las afinidades
electivas se dirigen de la disciplina curricular hacia un tipo de abordaje
teórico, de cada comunidad académica hacia una perspectiva visualizada con
mayor compatibilidad o más adecuada a la naturaleza del conocimiento que se
enseña o a la manera de visualizar las peculiaridades del sujeto que aprende.
En
algunos casos, la investigación realizada en una didáctica específica, por
ejemplo, en la enseñanza de una disciplina particular, permite identificar
problemas que se revelan muy esclarecedores para la enseñanza de otras
disciplinas. Es el caso de un enfoque didáctico en la enseñanza de la
matemática, como el de Guy Brousseau, Michelle Artigue e Yves Chevallard, que
desarrolló conceptos que han ejercido una influencia importante sobre otras
didácticas específicas y sobre la didáctica general, o de hallazgos
relacionados con el descubrimiento de errores conceptuales en los alumnos de un
área disciplinar que sirvieron de guía para trabajos similares en otras
disciplinas y cuyas conclusiones se incorporaron a la didáctica general. Un
ejemplo del movimiento que va de lo descubierto en una rama específica de la
didáctica a la didáctica general y también a otras didácticas específicas es,
por ejemplo, el trabajo de Chi, Feltovich y Glaser (1981) en el área de la
enseñanza de la Física, en la que hicieron una comparación de la actividad
cognitiva de categorización de problemas realizada por novatos y expertos. Esta
investigación sirvió de modelo para la realización de gran cantidad de trabajos
en el campo de otras disciplinas y se aceptaron sus conclusiones sobre las
modalidades diferenciales de los dos grupos (novatos y expertos), atribuyendo a
estas diferencias el carácter de un rasgo general de las dificultades en el
agrupamiento y modelización de problemas en el aprendizaje de otras ciencias y
que hay que tener en cuenta, en consecuencia, a la hora de programar la
enseñanza.
Muchos
trabajos efectuados en el campo de la enseñanza de las ciencias naturales
sirvieron también, por ejemplo, para dar cuerpo a la concepción de que el
alumno, cuando llega al aula, no es, como afirmaba John Locke, una tabula
rasa, un papel en blanco, sino que tiene ideas acerca de cómo es el mundo y
cómo se explican los fenómenos que debe estudiar. ¿Cómo trabajar con esas
ideas? ¿Se pueden modificar y reemplazar por nociones científicas o por otro
tipo de nociones?
En
su libro Cómo aprenden ciencias los niños, Astolfi, Peterfalvi y
Vérin (1998) hacen una crítica a las clases en las que el profesor aparenta
construir un diálogo. Sostienen que éste es sólo aparente en muchos casos
porque en realidad obliga a los alumnos a hacer un esfuerzo por decodificar las
expectativas de respuesta correcta del docente, sin ofrecer oportunidades para
una efectiva confrontación de ideas. En reemplazo de un dialogo simulado, muy
interesados en que los alumnos participen de un auténtico «debate científico»
en la clase de ciencias, los autores le proponen al docente que procure que los
niños razonen y argumenten, proporcionando orientación centrada en la
situación, los conceptos, el método, el obstáculo, esto es, el modelo mental a
sustituir, y la producción. Para lograrlo el profesor debe adaptar su
comunicación a estos ejes principales y tener en cuenta desde un principio las
representaciones de los niños cuando inician su aprendizaje. No es suficiente,
afirman, limitarse a permitir que esas representaciones emerjan y se expresen,
sino que es menester comprender los modos de pensar y los obstáculos que las
estructuran y estabilizan. Es posible, ciertamente, hacer uso de ellas de modo
positivo a para construir nuevas representaciones. Pero, ¿cómo emplear las
representaciones resistentes de los alumnos como un motor del aprendizaje
científico? Con ese propósito recomiendan emplear algunos recursos para dar
carácter científico a la actividad de aprendizaje: apelara la observación y a
la experimentación como instrumentos del razonamiento y a la anticipación de lo
que va a ocurrir si..., favorecer los momentos de problematización de los
fenómenos observados o sometidos a experimentación, procurar la capacitación en
las actividades de modelización y estimular la producción de respuestas
diversas.
En
este caso, es posible partir de un ejemplo tomado de las observaciones y
recomendaciones provenientes de una didáctica específica de las ciencias para
alumnos de la escuela elemental o primaria, porque se trata de ideas que
seguramente también tienen valor para la enseñanza de las ciencias en la
educación superior, por ejemplo, ya que, a pesar de las diferencias en las
edades, con las que trabaja el profesor de educación superior enfrenta
problemas semejantes a los del profesor de enseñanza elemental cuando se trata
de modificar o sustituir las concepciones de los estudiantes.
Los
muchos trabajos de investigación que se proponen comprender los procesos decambio
conceptual, ubicados disciplinariamente en el campo de la psicología del
aprendizaje o de la didáctica según el énfasis está puesto en el aprendizaje,
en la enseñanza o en la intersección de ambas disciplinas, se asientan sobre
teorías de la formación de conceptos y concepciones y sobre teorías acerca de
cómo se producen los cambios de unos y otras (Camilloni, 1997; Rodríguez Moneo,
1999; Schnotz, Vosniadou y Carretero, 2006). Iniciados estos tipos de trabajo
en la década del setenta, como lo afirman Reinders, Duit y David Treagust, «la
investigación sobre las concepciones de estudiantes y profesores y los roles de
éstas en la enseñanza y el aprendizaje de la ciencia ha llegado a constituir
uno de los dominios más importantes de la investigación en educación científica
durante las últimas tres décadas» (Duit y Treagust, 2003). Aunque buena parte
de estos trabajos se centran en los aspectos cognitivos de la construcción y
del cambio de conceptos y concepciones, otros han señalado la importancia de la
dimensión afectiva en estos procesos. Así es como la diferenciación entre
modelos fríos y modelos calientes del cambio conceptual se revela iluminadora
para comprender cómo tales cambios ocurren o no ocurren, y también es útil para
diseñar actividades de aprendizaje. Si los modelos fríos se
limitan a trabajar sobre la base de la información que se recibe del ambiente,
la atención selectiva frente a las claves que surgen de las consignas, la
codificación y Ios niveles en los que se procesa la información y el
pensamiento dirigido a Ia resolución de problemas, los modelos
calientes, sin desdeñar los factores cognitivos, apuntan a dar
importancia a los factores motivacionales, a su relación con la activación del
conocimiento previo, al significado que tiene en estos, procesos el interés
personal general y, en especial, al interés en la materia de estudio, así como
a la percepción del valor de utilidad del conocimiento y a la creencia en la
posibilidad de aprender y emplear el conocimiento que tiene el alumno
(Pintrich, Marx y Boyle, 2003; Sinatra y Pintrich, 2003). Cabe, entonces,
preguntarse si ideas relacionadas con el cambio conceptual investigadas en la
enseñanza de las ciencias naturales, con frecuencia desarrolladas en el marco
de una didáctica específica de un nivel de enseñanza, se pueden transferir a la
didáctica de otro de los niveles del sistema educativo. Hasta ahora, la
respuesta es positiva. La investigación ha mostrado que gran parte del
conocimiento producido en una didáctica específica de nivel es transferible a
los otros niveles. Pero, ¿se puede transferir ese conocimiento desde la
enseñanza de las ciencias naturales a la enseñanza de las ciencias sociales? La
respuesta también es afirmativa, como lo demuestran las conclusiones de un
número importante de investigaciones en este último campo (Shnotz, Vosniadou y
Carretero, 2006).
¿Y
de la enseñanza de las ciencias a la enseñanza de las humanidades, las artes y
otros dominios del conocimiento? También en este caso es válida la
transferencia de la teoría del cambio conceptual. Nacida, entonces, como una
teoría en un ámbito específico de la didáctica, con sus muchas ramificaciones
en subteorías internas, hoy se ha convertido en una teoría estelar de la
didáctica general, que ninguna de las didácticas específicas puede ignorar.
La
didáctica general había postulado con vehemencia, a partir de trabajos de
algunos psicólogos, como Piaget, Vigotsky y Bruner, que aunque dos alumnos den
respuestas semejantes, éstas pueden tener significados diferentes para ellos y
que, de igual modo, una misma pregunta puede ser comprendida de diversa manera
por dos estudiantes. Los hallazgos de las didácticas específicas pudieron
comprobar estos asertos de la didáctica general y, al mismo tiempo, brindar
ejemplos que permiten iluminar con una nueva luz, la del ejemplo concreto, el
principio general.
De
la confluencia del principio general y los ejemplos empíricos nace un principio
general reconstruido gracias a la mejor comprensión de los alcances de ese
principio. Es el mismo, pero es nuevo. Es una construcción en espiral. Hoy
sabemos mejor que antes que para restituir el significado de la respuesta y de
la pregunta, es necesario trabajar con los estudiantes explícitamente sus
significados. Invitarlos a pensar «en voz alta», pedirles explicación de los
pasos que dan en la resolución de los problemas, pero también aceptar que den
saltos en el razonamiento, darles libertad para expresar sus dudas e
incertidumbres y, en particular, para cometer errores. El profesor
experimentado, que conoce las ideas previas que suelen sostener los
estudiantes, puede hacer una exploración rápida al comienzo del curso o de cada
tema o unidad, para constatar qué y quiénes son los alumnos que comparten esas
diversas ideas y concepciones, dejando siempre un margen libre para que se
expresen otras distintas. De esta manera, al conocer algunos de los problemas
que deberá enfrentar en la enseñanza tendrá una base para diseñar una primera
programación para trabajarlos.
Desde
la didáctica general se postula que es necesario atender a una doble demanda.
La enseñanza, por una parte, debe ser individualizada y, por ese camino, con el
apoyo del docente que le proporciona andamios, el alumno logrará un aprendizaje
autónomo. Pero otra dimensión que también se debe incluir en la enseñanza para
la comprensión profunda es la que deviene de la consideración de las variables
sociales en los procesos de aprendizaje. El aprendizaje colaborativo se
encuentra actualmente entre las estrategias de enseñanza que demuestran mayor
valor didáctico. Las fuentes de esta doble propuesta se hallan en la didáctica
general de enfoque socio-cognitivo.
Para
trabajar esquemas y conceptos se había revelado de gran efectividad la
utilización del conflicto conceptual. John Dewey lo había afirmado
rotundamente: «El conflicto es el disparador del pensamiento». Pero en un
avance posterior, el papel de la interacción entre los estudiantes se mostró
como un mecanismo que permito la aparición de nuevas respuestas que no habrían
podido ser logradas individualmente. De allí que el conflicto socio-cognitivo,
y no ya el conflicto conceptual individual, juegue un papel fundamental en una
didáctica constructivista. Este mecanismo consiste en la expresión pública,
antes de cualquier aprendizaje, de los modelos mentales que configuran el
pensamiento de cada alumno; la confrontación y la discusión de los diferentes
puntos de vista de los alumnos en pequeño grupo y en grupo-clase y,.
finalmente, la validación o invalidación de hipótesis por medio de experiencias
y argumentaciones en un marco construido por el profesor para favorecer la
construcción social de los conocimientos. En ciertos casos y en determinadas
condiciones, la situación de co-resolución produce la aparición de diferentes
respuestas que se deben a distintos puntos de centración de los sujetos o a
enfoques distintos de los participantes. En la búsqueda de acuerdos o en la
argumentación sobre las discrepancias se profundiza la comprensión de las
teorías o los conceptos aunque éstos no cambien necesariamente. El conflicto conceptual,
entonces, es doble: es un conflicto interindividual, pero también es
intraindividual, en la medida en que el estudiante toma conciencia de que hay
otras respuestas plausibles y que puede llegar a dudar de la suya. Esta idea,
de este modo, se convirtió en un patrimonio teórico compartido por la didáctica
general y las didácticas específicas en su conjunto.
El
diseño de actividades didácticas es un terreno en el que se revela, igualmente,
la confluencia de las ideas que son compartidas por la didáctica general y las
didácticas específicas. Así como en la didáctica de las ciencias naturales se
preparan actividades destinadas a la resolución de problemas centradas en los
alumnos, en la enseñanza de las ciencias sociales, las actividades organizadas con
el fin de lograr aprendizajes significativos responden a principios semejantes.
Lo que Jerome Bruner denomino primero «aprendizaje por descubrimiento» y luego
«aprendizaje por invención» constituye un enfoque didáctico especialmente
motivador en la enseñanza de todas las ciencias, formales, naturales y
sociales. Situaciones problemáticas en la enseñanza de las ciencias sociales,
en las que la información debe ser buscada y empleada para proponer una
solución en una situación enigmática; donde el conocimiento del pasado
adquiere, además de su propio sentido, el de permitir comprender problemas
actuales; donde las actividades individuales y las tareas grupales de
aprendizaje colaborativo se conjugan; donde la enseñanza y la evaluación no se
programan como tareas separadas sino que el aprendizaje genera recursos que
facilitan la autoevaluación, son todos rasgos de la enseñanza con un enfoque
que no es exclusivo de una única didáctica específica. Empleamos este enfoque
en una serie de actividades diseñadas como introducción al estudio de las
ciencias sociales, con el fin de ofrecer modelos creativos de diseño de
actividades interdisciplinarias en las que, intencionadamente, no se interrumpe
el camino entre las ciencias sociales, las ciencias naturales, la lengua y la
matemática (Camilloni y Levinas, 1989).
Veamos,
finalmente, dos campos en los que la didáctica general ha efectuado aportes que
no hubieran podido surgir de modo integral desde ninguna de las didácticas
específicas. Son ellos la teoría del currículo y la teoría de la evaluación de
los aprendizajes y de la calidad de la enseñanza.
No
cabe duda de que la historia de la teoría del currículo se construye con
variados aportes provenientes de visiones abarcativas de las problemáticas
sociales, culturales, políticas y pedagógicas que se proponen dar respuesta a
las clásicas cuestiones relacionadas con las misiones de la escuela y la
formación de las personas. El currículo es, seguramente, el más complejo de los
objetos de conocimiento de la didáctica. La teoría que se ha ido constituyendo
sobre el currículo desde el último cuarto del siglo XIX tiene carácter general.
Las derivaciones y las aportaciones que fue recibiendo desde las diversas
didácticas específicas la han enriquecido sin alterar su carácter de fundamento
para las decisiones que se tomen respecto de lo que se debe enseñar, cuándo y
cómo enseñarlo. Del currículo sólo corresponde hablar, asumiendo el carácter
fundamental que reviste, desde la visión general de un proyecto pedagógico en
el que el alumno no sea tratado como muchos sujetos diferentes, cada uno visto
desde la óptica de una teoría parcial de la enseñanza. El alumno es uno,
indivisible, orgánico y, en lo posible, armónico, y no debe recibir, por ende,
un mosaico de programas de formación. Las didácticas específicas deben
contribuir a desarrollar un proyecto pedagógico de formación buscando
principios comunes, estrategias que se orienten a fines semejantes y que
respeten los fundamentos didácticos generales. Sirvan, como ejemplos, tanto la obra
que sobre la teoría del currículo ha compilado Philip W. Jackson (1992) cuanto
la que han escrito William F. Pinar y otros (1996), porque constituyen sólidos
compendios de los discursos teóricos sobre el currículo que ofrecen bases para
el tratamiento general y específico de estas complejas problemáticas.
En
consecuencia, mirado el problema desde la cuestión curricular, no hay
posibilidad de acordar con una postura que afirme que, desde un punto de vista
epistemológico, las didácticas específicas, todas o alguna de ellas, son
disciplinas autónomas. Ninguna lo es, a nuestro juicio. Ni la didáctica general
ni las didácticas específicas. Todas aportan a la construcción de una acción
pedagógica con sentido social, respetuosa del carácter integral que debe tener
la educación intencional.
De
manera semejante, la teoría de la evaluación de los aprendizajes, desarrollada
desde comienzos del siglo XX, ha ido construyéndose sobre la base de principios
generales, fundados sobre teorías epistemológicas, psicoIógicas y didácticas.
Cuestiones tales como las concepciones acerca de qué es conocer y saber, qué es
lo que puede conocerse acerca de los saberes de Ios alumnos, cómo obtener
evidencias de cuáles y cómo son esos saberes, cómo pueden apreciarse sus
niveles de calidad, qué instrumentos de evaIuación emplear y de qué modos
pueden hacerse estimaciones sobre el valor de los aprendizajes que los alumnos
han logrado, son todas preguntas generales que reciben también respuestas
generales. Luego, en cada didáctica específica de la disciplina, de la edad,
del nivel de enseñanza, por ejemplo, recibirán precisiones. De la misma manera
que en las otras cuestiones que hemos ido planteando, el aporte de las
investigaciones efectuadas en los marcos de las didácticas específicas sobre
estos temas ha ido enriqueciendo el campo, no sólo de la didáctica general,
sino también de las otras didácticas específicas.
He
intentado mostrar, a través de algunos pocos ejemplos, que las relaciones entre
la didáctica general y las didácticas específicas son complejas y que las
fecundaciones recíprocas son necesarias tanto para la didáctica general como
para las didácticas específicas de las disciplinas, los niveles, las edades y
los distintos tipos de sujetos e instituciones educativas. Los aportes son
significativos y las interrelaciones son fértiles, por lo tanto, para todas. La
didáctica general no puede reemplazar a las didácticas específicas ni éstas a
aquélla. Constituyen una familia disciplinaria con una fuerte impronta de
rasgos comunes. Aunque no siempre es fácil lograr armonía y poner orden y
organización en la familia, vale
la pena intentarlo. Por esta razón hemos usado la metáfora de Christopher
Alexander sobre la ciudad (Alexander, 1965). La didáctica tampoco es un árbol,
es una gran red de conocimientos y de producción de conocimientos.
Camilloni
Alicia
Una buena clase
La educación es un proceso de
Enseñanza-Aprendizaje, para el cual hace falta el encuentro de (al menos) dos
protagonista, el que desea aprender y el que desea enseñar. Si alguno de los
dos no siente la necesidad de enseñar (el docente) o de aprender (el alumno),
este proceso tendrá muchos problemas para concretarse.
Veamos qué
nos dice al respecto Alicia Camilloni:
Los buenos
docentes se han preguntado durante siglos cómo lograr "dar una buena
clase". Pero no se encontró una única respuesta. No parece que exista el
formato perfecto que asegure que la enseñanza va a ser exitosa y que todos los
alumnos van a aprender lo que el docente quiere enseñarles. Podríamos
preguntarnos, entonces ¿Es que hay "buenas clases" que se diferencian
de otras clases no tan buenas o de clases realmente malas?
La interpretación de lo bueno y de lo
malo dependerá de lo que se defina como buena enseñanza y buen aprendizaje.
Una buena clase es:
instructiva,
interesante, animada, agradable, entretenida, divertida, sorprendente,
original, inolvidable...
¿Es todo eso?
...Hoy
podemos afirmar que no hay un formato ideal para organizar una clase.
Porque el formato depende de los fines propios que tiene la clase en una
secuencia de clases que tienen un eje común y que, en conjunto,
denominamos “unidad didáctica”. Lo que programamos no es nunca una clase,
sino, primero, el curso completo, como totalidad y luego, en general
cada una de las unidades. En ellas, encontramos la división de
tiempo que denominamos ‘clase’. Una unidad podrá constar de una,
dos o más clases y se caracteriza, como dijimos, por poseer un eje común.
Es en la unidad donde encontramos presentes las distintas
funciones
didácticas. Las que, clásicamente, correspondían a la motivación,
presentación del tema, problema o proyecto, su desarrollo y aplicación, su
síntesis y su evaluación.
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Pape
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"El constructivismo está ocupando un lugar central en las discusiones
acerca de los problemás clásicos sobre la adquisición de conocimiento. Dichos
debates articulan en la actualidad la organización misma de los procesos de
enseñanza y aprendizaje. Desde una perspectiva educativa, las ideas constru...
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Rebeca Anojovich (comp), Alicia R.W de Camilloni, Graciela Cappelletti,
Jussara hoffman, Raquel Katzkowicz, Lucie Mottier LopezLa evaluación de los
aprendizajes es un tema complejo que refiere a una práctica social anclada en
un contexto, que impacta de múltiples maneras en los distintos...Libro en Papel
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Este libro reúne seis artículos que presentan una síntesis de la
participación de las autoras en el seminario "Corrientes contemporáneas de
la didáctica", de la Maestría en Didáctica que se lleva a cabo en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En él
participan espec...pel
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Evaluar los aprendizajes de los alumnos
siempre ha sido una preocupación central de los docentes, independientemente
del nivel de enseñanza o de las disciplinas que se quieren enseñar. Este libro
desarrolla respuestas en torno de este campo, tanto desde el análisis del
proceso de construcción de co...
Una buena clase
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